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Sábado 25 de febrero de 2017

Cultura

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AL RESCATE DE UN SUEÑO: Libro que contiene lo mejor de sus cuentos

Juan Santander Maturana

 EL MAR DE ANTOFAGASTA ESTÁ DE DUELO

 Wilfredo Santoro Cerda 

El 13 de febrero del 2017, a los 78 años, dejó de existir Juan Santander Maturana: escritor antofagastino que tuvo la virtud de plasmar en sus relatos el ambiente marítimo de su ciudad.

         Juan Santander fue durante gran parte de su vida pescador. Formó parte de aquellos hombres de mar que se arrancharon en el muelle pesquero. Aquel que ahora es monumento nacional, donde nace calle Bolívar.

         A Juan no le contaron el cuento. El nació hijo de pescador. Un sureño orgulloso de su formación marítima, ya que alguna vez estuvo en la Armada: el “chilote Juan”. El no sólo lo educó en las artes del mar, sino también en la vida, convirtiéndolo en un hombre recto y con afán de trascender.

         Se acostumbró a leer y amó las letras. Ya maduro esa afición lo llevó  a entregar un regalo impensado: relatos del mar antofagastino. Allí afloró el muelle de calle Bolívar con toda su magia. Con todos sus personajes.

         En el mundo marítimo los hombres se conocen por sus apodos. En los cuentos de Santander aflora el “Negro Funez”, el “Cabro Anchoa”, el “Cojo te agarré”, el “car`e muleta”, el “Chocoso Chuley”. “Ño Nailon”, como todo el entorno de calles y situaciones. 

CHOQUE CON LA HISTORIA

          El escritor no solamente saca la poesía de todos esos personajes, sino además logra rescatar epopeyas que son parte integral de la historia antofagastina. Este suceso es el naufragio del María Elisabeth, hecho que se produjo el 13 de enero de 1965 en la rada de Antofagasta, costándole la vida al capitán y otras 6 personas.

         Santander lo rememora en un cuento y él –un niño- es parte integral de ese acontecimiento. Remando en un bote bajo las órdenes de su padre, se topó accidentalmente con ese desastre en el preciso instante en que un piloto de la Armada guió el barco al centro de la rada donde minutos después naufragó.

         El barco, que Santander llama como lo hacían los marítimos: “Elisabeta”, transportaba gas. Esa mañana sufrió un accidente. Se soltó la amarra de un bidón que cayó y explotó, iniciando una explosión en serie. Esta alcanzó al capitán y otros marinos y trabajadores portuarios.

         Pero no sólo el mundo de los botes y el muelle Bolívar estuvieron presente en la literatura de Santander. También lo estuvo su faceta de mariscador. Etapa que le permite describir gran parte de la Península de Mejillones. 

LA MAGIA DE SUS CUENTOS

          Son maravillosos los cuentos de Santander mariscador. Son maravillosos por tres motivos: el primero: describe lugares inexplorados y preciosos: paraísos costeros. El segundo: describe un tipo de vida terriblemente calma. Una forma de existencia que se acerca a la edad de piedra. El tercero: sus intermitentes encuentros con lo ancestral: con huellas y testimonios de los changos.

         En sus relatos Santander pincela personajes verdaderamente fuera de serie. Un ejemplo es el mariscador que identifica como “Borrado” Rojas. Vivía en la playa totalmente alejado de la civilización socializando con las lagartijas, a las cuales les colocaba nombres. Un personaje que se distinguía por su bondad, por su filosofía “la madera rumbea por las olas a mis pies para ser fogata”. Pero de repente daba sorpresas, como cuando lo soprenden junto a arqueólogos que andan en un jeep, hablando perfecto inglés y francés y riéndose con los gringos.

         Antofagasta aún no sopesa la pérdida de Juan. Del tremendo escritor que ha muerto. Siempre que lo veía le preguntaba “¿has sacado algún libro de cuentos Juan? Recuerda que soy uno de tus más fieles lectores”.

         Hay más patrimonio antofagastino en los cuentos de Juan Santander que en la mayoría de los estudios que ha financiado tanto el Fondart como el 2 por ciento de cultura. Como siempre... el artista no recibió la plata. Hay más poesía en los cuentos de Juan que hasta en sus mismos libros de poesía.

         Hoy vengo a rendirte tributo Juan. Falleciste un 13 y fuiste sepultado un 14. Un 14 de febrero... día elegido por esa Antofagasta que tanto amaste y que supiste dejar magistralmente plasmada en tus cuentos. No fuiste debidamente valorado pero... no serás olvidado.