Diario Electrónico de Mejillones

Fundado el 2 de noviembre del 2001

Las verdades que no se dicen...

Cultura

Volver a la página principal

Ostión de oro, represión y derechos humanos

  Wilfredo Santoro Cerda

            Mejillones, 11 de septiembre de 1985. Un automóvil verde con tres civiles recorre frenéticamente la ciudad. Han aparecido panfletos en contra de la dictadura y personal del Sicar (Servicio de Inteligencia de Carabineros) busca a los responsables. Lentamente caen cerca de seis jóvenes.

            Yo salí de casa a las 10 de la mañana y al pasar cerca del recinto policial fui abordado por el teniente Juan Guillermo Espina Baricevic, quien inmediatamente me detuvo junto a la persona que me acompañaba.

            Estuve detenido todo el día. Yo no había panfleteado. De hecho, yo trabajaba para Enaex y había salido hacía poco de turno y eso le constaba a todos. No obstante, el teniente Espina estaba embriagado de poder “no importa que no hayas tirado panfletos –decía- basta con que seas el jefe de la oposición en Mejillones. Por eso no más ya eres el autor intelectual”

            Bien. Yo no era jefe de la oposición ni de nada. Era solamente un ciudadano que en más de alguna ocasión había manifestado –en el ámbito privado- su desacuerdo con el gobierno militar. Recordando la frase de cierto ex-amigo “pesaba menos que un paquete de cabrita” ya en ese tiempo.

            Esa calidad no era compartida por el oficial, quien manifestaba que yo era un elemento peligroso. “Tú escribes para un diario y además, manejas explosivos” Bueno, el diario para el cual escribía era “El Mercurio de Antofagasta” y en calidad de corresponsal. El carnet de manejo de explosivo era una formalidad por el sólo hecho de trabajar en Enaex, donde era operador de caldera y planta de tratamiento de agua (¡ que ver con explosivos!).

DIA PARA MATAR

             Bien. Espina estaba en éxtasis. “¿Sabes que día es hoy? Es 11 de septiembre. Día glorioso ¿No sabes que te puedo matar?” y desenfundaba la pistola, hacía un movimiento y comenzaba a pasarme el cañón por la cabeza. “Yo era del Rolando Matus? ¿sabías? en Viña nos agarrábamos con los comunistas” continuaba el oficial asignado en Mejillones.

            Ya en los calabozos, Espina llegó con una máquina fotográfica y me tomó fotografías de frente y perfil. “Para tu ficha de terrorista” me dijo. Yo me reí para mis adentros, pero por allá por el 95, diez años después, esa ficha aún existía. De hecho como periodista policial una vez estuve nominado para recibir un importante premio (que en todo caso me correspondía por derecho propio, ya que hace cinco años era el reportero policial del único diario policial de la región). Bueno, sorprendentemente Carabineros no me lo dio. Un alto oficial amigo me señaló “esto no es para comentarlo, pero tú estas fichado en la Sip (sucesora de la Sicar). No eres de confianza para la institución”

            Bien. Volvamos al 86. Cuando caía la noche comenzó el interrogatorio de la Sicar. Lo dirigía un oficial de civil, que no llevaba corte de pelo militar, y dos suboficiales que tomaban nota, a los que se sumó el teniente Espina. Debía estar de pie y los suboficiales me golpeaban las manos si trataba, en un movimiento natural, de afirmarme.

            Fue allí que el oficial asignado a Mejillones trató de repetir el showcito de sacar el arma y apuntarme a la cabeza, pero fue interrumpido por el oficial de la Sicar, aparentemente con más grado, quien lo cortó con un frío “eso no es necesario teniente”.

LOS EXTRAÑOS ENTREVISTADORES

             Bien. Al poco rato llegó a la tenencia el abogado de Derechos Humanos Luis Hernán Pavez Chateaux, quien viajó desde Antofagasta para gestionar mi libertad. Al otro día apareció en mi casa Rafael Visedo Arroyo, en ese tiempo jefe de Producción de Enaex Mejillones, para inquirir antecedentes acerca de mi detención. Al otro día me cancelaron de Enaex y jamás pude volver a trabajar en lo que había estudiado parcialmente en la universidad. El año 1986 postulé como operador de calderas a Soquimich y tras la entrevista personal y cuando me habían dicho que estaba listo, no salí llamado. Casualmente hallé en ese lugar a un amigo de los tiempos de ingeniería, quien solícito ingresó a consultar la causa. Directo me señaló “no puedes entrar a Soquimich porque estas vetado para ingresar a cualquier empresa Corfo o vinculada al Gobierno. Parece que tienes problemas políticos”.

            Bien. En 1991, ya asumida la Concertación, hice nuevamente la gestión ante Enaex a través del presidente del sindicato, Marcial Jaña. Este dirigente había sido testigo directo de la injusticia de mi cancelación, ya que fue mi compañero de trabajo la noche en que se me atribuyó haber panfleteado en Mejillones. Y como un hombre de gran consecuencia, siempre manifestó no temer apoyar lo que era justo. Me llegó una carta de la gerencia de Recursos Humanos señalándome que ellos no me reincorporarían. Por último, el año 2000, cuando Rafael Visedo asumió la gerencia máxima de Enaex hice la gestión ante él mismo, bajo la convicción que había sido testigo directo de esa violación a los derechos humanos “estas pasado de edad” respondió incólume.

 PERSECUCION POR GENERACIONES

             Uno de los aspectos más graves de la represión de Enaex es que ni siquiera se limita a las personas, sino que estas listas negras se amplían a toda la familia. En el caso autoreferencial que expongo, mi hijo quedó marginado del proceso de postulación a operador, a pesar de ser mejillonino y haber sido estudiante de ingeniería civil. En la entrevista, en su currículum habían estampado, como un estigma, “hijo de Wilfredo Santoro”.

            Bien. De la misma forma en que Enaex viola los derechos humanos por 28 años en Mejillones, ha tenido una actitud de completo compromiso con las autoridades, sea cual sea su color político. Con la misma fuerza con la cual Visedo entrevistaba a víctimas de la represión de la dictadura para cancelarlos de Enaex, ha sido parte integral del gobierno comunal PPD. Tanto es así que en las campañas políticas de Marcelino Carvajal la presencia de ejecutivos Enaex es algo que siempre llama la atención.

             Mejillones, 8 de octubre del 2007. El locutor anuncia que este año el Ostión de Oro ha sido asignado a Rafael Visedo. Aplauden solamente las personas que están en el palco de las autoridades. Aquellas que están invitadas al banquete. Un hielo que corta se adueña de la multitud. El alcalde Carvajal, en su discurso, ha resaltado “la alianza estratégica” que tiene con las empresas. Los incondicionales integrantes del Concejo bajan al medio de la plaza para felicitar al Hijo Ilustre. En un gesto que lo honra y que fue valorado por la multitud, el concejal Guillermo Ferreira se resta de las indignas pleitesías.

            La actitud del alcalde Marcelino Carvajal al entregarle el Ostión de Oro a Rafael Visedo es una acción que tendrá su costo político. Porque todos saben que el Ostión de Oro lo entrega el alcalde. Que el Concejo -de nuevo cito a mi ex-amigo- “pesa menos que un paquete de cabritas”, menos las personas que firman ingenuas listas que nadie considerará. Carvajal tiene difícil la tarea de ser reelegido. En Mejillones ya se ha hecho generalizado el concepto que Carvajal “ya lleva mucho tiempo” pero darle el premio a Enaex... significa asumir públicamente su compromiso con la contaminación y la violación de derechos humanos.