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MARIANO AVELLANA: EL SANTO QUE PREDICÓ EN COBIJA
Wilfredo 
Santoro Cerda
    
Se llamaba Mariano Avellana Lasierra. Era español y fue más conocido como “el 
santo padre Mariano”. En 1890 salía por la espaciosa puerta de la iglesia “Santa 
María Magdalena” para mirar si sus feligreses de Cobija ya enrumbaban a escuchar 
misa. Y también para mirar el mar. Mirar a Dios. 

Parroquia de Cobija que reemplazó al anterior templo. Allí predicó el padre Mariano.
El edificio de la parroquia era bastante nuevo. No más de trece años. Era de madera y tenía una sola torre. No gozaba de la magnificencia de aquel templo de dos torres y material sólido que arrasó el maremoto de 1877. Ese terremoto de 8,5 grados que por tercera vez desoló el sacrificado puerto.

Imponente Iglesia "Santa María Magadalena" de Cobija. Fue arrasada por el maremoto de 1877.
    
Era bravo ser cobijano en ese tiempo. En sólo once años tuvieron un terremoto 
grado 9 con maremoto (1868), una mortandad por fiebre amarilla (1868), otro 
terremoto ahora grado 8,5 con maremoto (1877) y por último… una guerra (1879). 
¡Necesitaban un santo! De hecho, las calamidades le habían destruido hasta su 
bello templo.
    
Tal vez fue por eso que Dios envió hacia este mágico lugar a uno de sus 
misioneros estrellas: el padre Mariano. Era Claretiano, comunidad católica 
misionera que aún hoy es muy poderosa en Antofagasta.
Técnicamente el padre Mariano no es un santo. Técnicamente está definido en el 
escalafón eclesiástico como “venerable”. La comprobación de un milagro lo 
convertiría en “beato” y un segundo milagro lo ascendería a la categoría de 
“santo”.
    
Mariano Avellana es un religioso excepcional para Chile. Es un misionero que 
dedicó su vida a las humildes parroquias salitreras del norte. Así como en 
Cobija, sirvió en muchos lugares pequeños y entregó su vida al Señor en Carrizal 
Alto. Fue sepultado en un modesto cementerio rural. ¡Nunca volvió a España!
    
En lo personal yo creo que el padre Mariano es un santo. Porque existe un 
milagro evidente. Tras su llegada como párroco a Cobija ningún desastre volvió a 
abatirla por más de un siglo. Fuimos nosotros quienes la abandonamos… 
 

Sólo quedan los restos de ambas iglesias en Cobija. No obstante se puede sentir la fuerza espiritual impregnada en sus ruinas.