Diario Electrónico de Mejillones

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Las verdades que no se dicen...

Lunes 2 de septiembre de 2019

Cultura

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Criterios económicos sepultan nuestra cultura

 

Mausoleo de veteranos del 79: pagan o… ¿demolemos? 

Wilfredo Santoro Cerda

 

     Recientemente en el Cementerio General de Antofagasta aparecieron todos los mausoleos antiguos clausurados con una cadena y un candado. Se trataba de una medida de la Administración tendiente a identificar a posibles descendientes de los usuarios de estos mausoleos o si éstos se hallaban abandonados. El motivo último: lograr que alguien cancele los costos asociados a la propiedad de un mausoleo. Se alegó que varios presentan daños en sus estructuras. Que existen riesgos de derrumbes y el Cementerio necesita interlocutores (más bien clientes que paguen).

 

     Entre los afectados por esta medida se hallan “Los Viejos Estandartes” de Antofagasta, quienes manejan una llave del Mausoleo de los Veteranos del 79. Otro de los mausoleos “intervenidos” es el de las viudas de estos veteranos, que tienen panteón aparte y que aún tendrían familiares que las visitan.

 

 

 

 

 

 

     La Administración del cementerio ha sido muy clara en que no existe ningún afán por prohibir el acceso a las personas que tienen llave. Sólo deberán pedir prestada esta segunda llave y luego dejarla nuevamente en esa oficina. La intención es que quienes tienen llave se hagan responsables por los compromisos legales y económicos de tener un mausoleo.

 

¿ES LEGAL?

 

     Hay varios elementos que me parecen irregulares en esta acción. La primera: me parece que está violando flagrantemente uno de los pilares del sistema de libremercado: el derecho a la propiedad. En un sistema sano solamente un tribunal puede determinar la pérdida de tu propiedad, no un ente administrativo. Y entiendo que aquí no existe una orden judicial para que los dueños originales o sus herederos pierdan su derecho y la administración coloque una cadena y un candado.

 

    Y en tercer lugar no puedo dejar de preguntarme que va a pasar si nadie paga por los mausoleos. Si “Los veteranos del 79”, o “viudas de los veteranos del 79” o los integrantes de esos gremios del siglo pasado no son habidos. Aquellos que levantaron con mucho esfuerzo un lugar que creyeron perpetuo… ¿los desalojaran? ¿irán a fosa común? ¿demolerán esos mausoleos para dar espacio a la modernidad?.

 

     Este es el segundo hecho que atenta contra los héroes de la Guerra del Pacífico en los últimos meses en el Cementerio General de Antofagasta. El 27 de junio se rompió por accidente la placa y todo el nicho del músico Santiago Pizarro, quien fuera fusilado en víspera de la guerra por la guarnición boliviana en 1878. Había sido hallada recientemente y produjo expectación nacional. Fue la placa que una mujer destruida regó de lágrimas y cuyo dolor hizo que se convirtiera en cantinera del Ejército y tal vez la chilena más emblemática y arrojada de ese conflicto: ella se llamaba Irene Morales.

 

 

     Se supone que los mausoleos históricos, como los que albergan a los héroes de una guerra, debieran tener alguna consideración especial. Es como si el alcalde de Roma clausurara el Coliseo porque no aparecen propietarios que paguen los derechos y señalara que de no haber responsables habría que demolerlo por peligro de derrumbe. O que el alcalde de Atenas hiciera algo similar con el Partenón. El daño recibido por la placa de Santiago Pizarro y la intervención del Mausoleo de Veteranos de la Guerra del Pacífico y de todos los mausoleos antiguos indica que algo en el Cementerio General de Antofagasta no está funcionando bien.

 

 

 

EL MURAL BORRADO

 

     Un segundo hecho se vivió el mes recién pasado, cuando intempestivamente apareció borrado con pintura blanca un valioso mural antofagastino. Se trata de un trabajo del artista Juan Salva, ya fallecido, que adornaba la pared por donde se halla la entrada a la Feria Modelo.

 

     A la inversa del caso “mausoleos” aquí no se ve ninguna posible anomalía legal. La pared donde estaba pintado el mural era de un particular y tal particular decidió que había que borrarlo. Que tal mural no era un aporte y que quería sus paredes “limpias”.


     El borrado de esta obra de arte provocó alguna reacción de parte de la comunidad artística, pero –hay que decirlo- tal manifestación no fue masiva ni tampoco contó con la presencia de autoridades del ámbito cultural. Solamente unos pocos manifestamos nuestro repudio a esta represión artística.

 

FUNDACIÓN ¿CULTURAL?

 

     En Mejillones se vive algo similar. Allí se encuentra el orgullo de las actuales autoridades culturales de la Región: la Fundación Cultural de Mejillones. Es la entidad que la Seremía de la Región muestra como “su joyita” cuando vienen representantes del Ministerio.

 

     Pero ¿cuál es la realidad de este organismo mejillonino? De partida, cuenta con uno de los financiamientos más millonarios de la región, debido a los compromisos de mitigación suscritos por la empresas instaladas en la comuna con el municipio local. Sin embargo –y curiosamente- está concebida como una entidad que “debe autofinanciarse”, por lo cual su estructura más importante es un cine comercial. Para colmo, el Concejo Municipal debe seguir inyectándole dinero que por consiguiente le niega a entidades de índole verdaderamente social.

 

     Lo más simpático de esta estructura culturo-comercial es que termina por no financiar disciplinas como la literatura y menos el trabajo histórico-patrimonial, que fue el compromiso público del actual alcalde Sergio Vega Venegas. La Fundación Cultural de Mejillones se limitó a proseguir con la política de talleres culturales de la administración anterior, desarrolló el proyecto emblemático del cine comercial que también provenía de la administración anterior y omitió completamente el compromiso alcaldicio de una gestión cultural que privilegiara el patrimonio local. No hubo el prometido nuevo sello histórico.

 

¿PUEDE COEXISTIR EL ARTE Y LA CULTURA EN ESTE MODELO ECONÓMICO?

 

     He expuesto estos tres casos porque son evidencia palmaria de la dificultad que tiene el arte y la cultura en general para subsistir en un modelo económico que privilegia exclusivamente el interés comercial.

 

     El administrador del cementerio que pone candado al mausoleo de los héroes, el particular que borra el mural de su frontis y el director cultural que prefiere colocar un teatro comercial en lugar de financiar patrimonio o literatura buscan generar dinero. No les importa el sentimiento nacional, el arte ni el patrimonio. Les interesa ganar plata, porque en esta sociedad el éxito está ligado al dinero y no al arte ni a la cultura.

 

     Y que conste. Estos señores no tienen la culpa. La culpa es la mirada extremadamente mercantilista de nuestra sociedad, que considera el arte y la cultura como un bien de consumo y no como una necesidad básica y menos como una herramienta de crecimiento. Y mientras no corrijamos esa mirada, seguiremos destruyendo nuestro bagaje histórico, artístico y cultural.